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• Producto importado, demora de 20 a 30 días en llegar al país •
Kawashima lleva una vida apacible junto a su esposa y a su hija recién nacida, pero en los últimos días una pulsión asesina no deja de atormentarlo. Cada noche, cuando su esposa duerme, toma el picahielos de la cocina y se para junto a la cuna de la bebé. Solo así es capaz de controlar el deseo de matarla.
Con el paso de los días, los fantasmas de su infancia y los traumas que vivió en un hogar de niños vuelven, y el impulso asesino se transforma en una obsesión. Decide entonces que la única manera de erradicarlo es asesinando a otra persona. Con esta decisión pone en marcha una cadena de eventos terribles que lo desenmascaran como un psicópata muy bien oculto en la sociedad.
En este thriller psicológico, obra de culto en Japón y Occidente, una vez más Ryū Murakami despliega su talento como maestro del horror y el suspenso. Sin miramientos se adentra en la mente del asesino para denunciar las fisuras de una sociedad enferma, en donde no solo los victimarios, sino las víctimas, dialogan constantemente con la muerte.
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Kawashima lleva una vida apacible junto a su esposa y a su hija recién nacida, pero en los últimos días una pulsión asesina no deja de atormentarlo. Cada noche, cuando su esposa duerme, toma el picahielos de la cocina y se para junto a la cuna de la bebé. Solo así es capaz de controlar el deseo de matarla.
Con el paso de los días, los fantasmas de su infancia y los traumas que vivió en un hogar de niños vuelven, y el impulso asesino se transforma en una obsesión. Decide entonces que la única manera de erradicarlo es asesinando a otra persona. Con esta decisión pone en marcha una cadena de eventos terribles que lo desenmascaran como un psicópata muy bien oculto en la sociedad.
En este thriller psicológico, obra de culto en Japón y Occidente, una vez más Ryū Murakami despliega su talento como maestro del horror y el suspenso. Sin miramientos se adentra en la mente del asesino para denunciar las fisuras de una sociedad enferma, en donde no solo los victimarios, sino las víctimas, dialogan constantemente con la muerte.